fuente de poesía

 

 

 

Una nueva piel para la poesía

 

La piel de la poesía pasa de ser página a la tabla rasa de la pared. De la pared salta a un espejo de agua, cuya superficie se tiñe de estrofas. Una leve brisa hace vibrar la piel del espejo. E1 ritmo varía según el vigor del viento. Las palabras del poeta toman vida y vuelan. Al plasmar sus letras sobre una pared vetusta, el poema exhala su aroma, su textura, la caricia de su esencia. Reemplaza los grotescos y rabiosos grafittis. Las frases se entremezclan con las arrugas y las grietas de la cara revocada del muro, y la luz de un proyector devuelve su poder a las letras.
Ondulan lentamente ante nuestros ojos al pasar por azar en auto o en una caminata premeditada hacia la Biblioteca, donde todas las poesías de todas las épocas residen en secreta y silenciosa armonía.
La poesía encerrada en un libro, apretada por un sinfín de otros tomos similares, pierde su frescura, su sabor, su vitalidad. Es solo cuando un poema puede salir a trasnochar y contagiar a los amantes o a los solitarios con su emoción, que su mensaje se trasmite de ser en ser.
Enrique Banfi y Silvana Perl logran que la poesía se escape de su cárcel, de su rigurosa contención. Permiten a las palabras viajar por el viento, reagrupándose inesperadamente sobre una pared o sobre el inmóvil espejo del agua. Son gestos como éste que atenuan la carga hostil de la ciudad.
El aporte de Banfi y Perl es devolver un suspiro de cultura a nuestro paisaje visual. Lo hicieron con sorprendente éxito con los miradores que colocaron alrededor de la fuente de Lola Mora, y ahora proyectando poesía en paredes públicas.
Pertenecen ellos a una nueva raza de poetas, la que plantea la poesía como una de las artes visuales. La poesía ha salido de la piel de la página para ocupar un nuevo espacio sobre el torso de la vía pública, adosándose a paredes y abrazando las aguas.

 

Edward Shaw